<<< Más textos de Dídac P. Lagarriga

__________________________________________________

¿Cuántos apartheids sobreviven en mí?

Dídac P. Lagarriga,
Publicado en "Africaneando", Columna bimensual, Masala, noviembre-diciembre 2007

¿Es posible responder entre interrogantes? ¿Cómo lograrlo, si las preguntas a una pregunta generan irremediablemente más preguntas? ¿No es ese el único modo de dejar abierta la puerta frente a la cerrazón de cualquier respuesta categórica? ¿Asimismo, no supone la forma de esconder nuestra posición íntima, nuestro desespero e impotencia máxima? ¿Un alud de preguntas para evadir la réplica o para buscar nuevos matices y continuidades? ¿Es el racismo, por ejemplo, tan concluyente como nos lo dibujan los discursos políticamente correctos? ¿Quizá con el ánimo de limpiar conciencias, surge en el pretendido Occidente el mea culpa sesgado y adulterado que aplaca los otros racismos? ¿Un modo totalizador de autoacusación sin lugar para las diversas e imprescindibles complicidades y alianzas? ¿No es la complejidad enemiga del racismo y, por consiguiente, del antirracismo?

¿La exposición "Apartheid, el mirall sud-africà" (en el CCCB hasta el 13 de enero del 2008) plantea tantos interrogantes como pretende? ¿O, embarcándose en la respuesta total de la mano del mundo global, no logra escapar del binomio embaucador nosotros/ellos? ¿Tras el discurso "vivimos bien porque ellos viven mal", no queda reflejado, simplemente, que quien lo escribe vive bien salvo por la mala conciencia de saber que lo hace a expensas de un "otros" abstracto? ¿Agrupar a sus vecinos y diferenciarlos entre los que "viven bien" y los que "viven mal" por criterios subjetivos (como los nacionales) no supone fomentar la misma discriminación que se propone combatir? ¿Diluir las propias responsabilidades en la masa anónima de bandera nómina? ¿Alguien conoce la respuesta, por ejemplo, a cuándo empezamos a ser "nosotros"? ¿Por qué deberían quedar eximidas tres cuartas partes de la humanidad de estas construcciones imaginarias que irremediablemente aglutinan y eliminan? ¿Se puede vivir "bien" mientras haya otros que viven "mal"? ¿Contrario a la matria universal, existe algo más depravado que un patriota? ¿Cómo sobreponernos si no es con la asunción integral y sin titubeos de la igualdad humana? ¿Por qué ya podemos criticar las exposiciones coloniales de principios del siglo XX (con exhibiciones de poblaciones africanas en el Tibidabo) pero no se comparan con sus actualizaciones en eventos contemporáneos del tipo Fórum 2004 o el "turismo de aventuras"?

¿Son las denominadas "artes plásticas" tan representativas y esponjosas como nos venden? ¿Por qué será que la popularidad teatral y musical, indispensable para canalizar y traducir frustraciones, propuestas y resistencias (especialmente en Sudáfrica), no aparezca en la muestra? ¿Tan difícil resulta desprenderse del elitismo museístico? ¿El simple tarareo de cualquier canción -como "Who Am I?" de los raperos de Ciudad del Cabo "Emile YX?" (sí, sí, su nombre también es una pregunta)-, acaso no consigue plasmar los mismos planteamientos identitarios, aunque sin tanta carga presupuestaria, que las obras pomposas de algunos artistas emergentes sudafricanos presentes en la exposición? ¿Por qué el formato expositivo no sólo queda obsoleto sino que aparece obsceno ante lo que intenta reflexionar? ¿Es ético tanto presupuesto y florituras escénicas bajo títulos como "Apartheid", "Somalia", "Fronteras", etc.? ¿No existe una mejor opción de promover los discursos de ciertas personas a la de invitarlas desde la otra punta del mundo para que expongan sus ideas durante un cuarto de hora? ¿No supone despilfarrar, además de dinero, posibilidades? ¿Existe la intención de que arraigue un discurso y se tejan complicidades en un vuelo puntual y una charla fugaz? ¿Los académicos feriantes, son conscientes de ello? ¿Resultaría tan necesaria la colaboración económica de entidades bancarias y de empresas multinacionales si se replantearan los formatos expositivos? ¿Puede continuar siendo válido el discurso de fondo envuelto en tanta apariencia? ¿O se anula por vanidoso, rutinario e incluso aséptico? ¿A dónde se quiere llegar?

¿Vale la pena preguntarse no sólo si somos racistas, sino cuántos sistemas discriminatorios sobreviven y permanecen en cada cuerpo? ¿Realizamos el suficiente esfuerzo, todos nosotros hacinados en mí, de combatir el apartheid cotidiano que divide y esconde esas partes de mi propio yo que utilizo y reprimo, margino y encumbro? ¿Es justo traspasar al vecino lo que uno mismo padece? ¿Por qué será tan fácil prenderse de algunos colores hasta amarlos y odiarlos? ¿Para cuándo la aceptación radical del origen igualitario y la cosmogonía del desplazamiento, insertados en cada fecundación al margen de historias, contextos y culturas?


_____

Dídac P. Lagarriga, 2007

<<< Más textos de Dídac P. Lagarriga