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Islamismo
y feminismo islámico
A propósito del II Congreso Internacional sobre
Feminismo Islámico (Barcelona, otoño 2006)
Dídac
P. Lagarriga, Diagonal, enero 2007
A
menudo cuesta diferenciar una idea en sí misma versátil.
El islamismo irrumpe en el lenguaje internacional caracterizado por
su énfasis político del Islam, y así se acordó
en llamarlo. El islamismo, puesto en práctica por el islamista,
es una fuerza reductora que se expande, como cualquier dogma que se
ve a sí mismo coherente: excluye y totaliza, pero también
propone. Es su reforma fruto de las consecuencias, una amalgama moderna
y hasta cierto punto imprevista; es decir, un movimiento ideológico
en toda regla, con sus bases y sus límites tan firmes como inestables,
cerrados y porosos. Ha sido el siglo XX lo suficientemente complejo
para que el transcurso del Islam político no haya participado
de esa mutación. El islamismo no existe en su unicidad salvo
para proclamar la unicidad (en primer lugar de Dios, por consiguiente
de la realidad). No por reclamar la verdad, no por someterse a la realidad,
el Islam tiene un mensaje excluyente: por eso surge el islamismo. La
tergiversación es humana, pero el esfuerzo permanente contra
esa misma tergiversación (yihad) se deja de lado mediante la
política, cualquier política. La capacidad de un movimiento
para encauzar "su" visión y extrapolarla a un modo
de gestión social, la maestría o la torpeza en cómo
se logre, definirá el "éxito" de una política.
El islamismo suma y resta. Movimientos sociales de base, partidos políticos
con representación parlamentaria, guerrillas... El abanico para
expresar la práctica de una idea es múltiple, pero se
fundamenta en un elemento clave: no puede haber conocimiento sin acción,
ni acción sin conocimiento. A partir de ahí, desencadenan
las luchas internas y externas, pero también la colaboración
con otros sectores antagónicos o divergentes: el movimiento egipcio
Kifaya ("basta") con islamistas, marxistas, nasseristas y
liberales, el paquistaní Minhajul Quran - MUQ ("el método
del Corán") aglutinando islamismo y sufismo, etc. De forma
más generalizada e hipócrita, la colaboración del
islamismo con las finanzas internacionales es una prueba más
de esa flexibilidad selectiva.
Dentro de la política, un tabú supone a la vez un freno
y un catalizador: se inmoviliza hasta que sea ya imposible de contener.
En el islamismo el tabú es el sexo. Y todo lo que conlleva. Por
eso todo lo relativo a ese tabú está mancillado, sesgado
o directamente reprimido. Cuando surgen voces de mujer en el sí
del islamismo, el discurso es a menudo ambiguo, pero ni más ni
menos que en otras ideologías de este tipo: la diferencia entre
la esfera pública y la privada será la base de sus reivindicaciones.
Los derechos de la mujer se promoverán en las calles, no en las
casas (y mucho menos en los cuerpos). Cuando los movimientos populares
salgan a manifestarse (desde la revolución de Irán hasta
el Líbano o la Palestina de hoy) las mujeres ocuparán
un papel importante. Cuando esas mismas mujeres quieran reivindicar
sus derechos de igualdad, la reacción del islamismo será
la opuesta.
Si buscamos un discurso activo (y activista) en pro de la igualdad de
género dentro del Islam, la forma más directa la encontraremos
en lo que se viene en llamar "feminismo islámico".
Una etiqueta nunca hará justicia a un movimiento complejo de
ideas, pero es útil para entenderse, conjurar y contraatacar.
El islamismo lo tachará de "occidental", incluso los
sectores más herejes (que el lenguaje internacional designa como
"fundamentalistas", cuando son todo lo contrario) llegarán
a pedir la cabeza de quienes lo promuevan. La rabia, ante todo; no debe
ser nada fácil perder el monopolio de Dios...
El feminismo islámico no juega con ese doble lenguaje en lo que
a igualdad de género se refiere (la ambigüedad, por transposición,
puede tenerla en su posición política más allá
del género, aunque eso merezca un análisis mucho más
completo). Para el feminismo islámico, la crítica al patriarcado
que domina la sociedad musulmana debe hacerse dentro mismo del Islam:
es un "yihad de género" que contribuye al feminismo
global. Llega directamente a la fuente, el Corán, con una hermenéutica
estricta y esmerada, es decir, vuelve a destejer el texto en clave igualitaria
más allá de la simple relectura. La labor, llevada a cabo
por musulmanas y musulmanes de todo el mundo con una erudición
digna de las épocas más brillantes del Islam, ha probado
que todos aquellos fragmentos que se utilizan para estigmatizar a la
mujer han pasado por el tamiz (o las tijeras) del patriarcado. La manipulación
del Corán con fines radicalmente egoístas ha llegado a
anular su mensaje liberador e igualitario. El islamismo no lo admite
porque, si lo hace, su razón de ser desaparece. De ahí
el doble lenguaje.
Con su práctica teórica, el feminismo islámico
no se acomoda en la idealización ni hace gala de un malabarismo
exegético que tantas veces aparece en la historia de las religiones.
No es un movimiento de cuatro intelectuales acomodadas en el exilio
universitario, ni tampoco se limita a utilizar el discurso feminista
secular, condimentándolo con algunas citas o episodios puntuales
del Islam. Sin duda el feminismo islámico contiene un poco de
todo esto, pero abarca mucho más.
Un estudio minucioso de una iraní complementado por un periodista
surafricano y una abogada paquistaní, sirven en una campaña
contra la proliferación de la poligamia en Indonesia que, a su
vez, genera otra en Senegal. Una afroamericana conduce la plegaria en
Nueva York y desencadena un tsunami de fatwas, pero también un
debate desde Aljazira a la CNN. Un congreso en Barcelona reúne
a activistas musulmanas y convoca a cientos de personas interesadas,
en su mayoría no musulmanas. Se consiguen indultos de mujeres
en Nigeria o Pakistán gracias a la conexión entre argumentos
promovidos por asociaciones musulmanas de Malasia... Su velocidad de
propagación es un hecho, a pesar de que muchas veces sea una
revolución silenciada. No es una "evolución"
de la mujer musulmana, sino un retorno sincero al Islam, una reacción
a esa usurpación del mensaje por el patriarcado, de ahí
la re-evolución. Hay quien cree que es mucho más rápido
y efectivo si las instituciones internacionales hacen cumplir las convenciones
sobre los derechos humanos a esos mismos estados de mayoría musulmana
que las firmaron en su momento. Pero si nos limitamos a esa súplica,
continuaremos avalando la supremacía de unos estados y unas políticas
que son el mero reflejo de una situación colonial pretendidamente
universal.
*Web
del Congreso Internacional sobre Feminismo Islámico: www.feminismeislamic.org
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Dídac
P. Lagarriga, 2007
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