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Vivir lejos de las inundaciones o con ellas. Repensar la catástrofe natural y aprovecharla


José Negrão, Mozambique.
Traducción e introducción de Miquel Correa para www.oozebap.org, 2008


Introducción
Mozambique registró en los años 2000 y 2001, en su conjunto, las mayores inundaciones de su historia. La subida y desbordamiento de las cuencas de nueve ríos del sur y del centro del país provocaron el fallecimiento de 813 personas, y 767.000 tuvieron que ser desplazadas de sus tierras, siendo colocadas en reasentamientos poblacionales habilitados por el gobierno con la ayuda de las agencias internacionales. Durante finales de 2007 y principios de 2008 se están registrando lluvias e inundaciones a un ritmo parecido al de hace siete años. Parece que el número de muertes va a ser inferior al de las anteriores inundaciones puesto que hubo una cierta mejora en la gestión de esta situación de emergencia por parte del gobierno (Instituto Nacional de Gestión de Catástrofes) y de las organizaciones internacionales dedicadas a la ayuda humanitaria (Programa Mundial de Alimentos, Oxfam, Save the Children, Médicos Sin Fronteras, UNICEF). Sin embargo, los desplazamientos de las poblaciones que viven al margen de los ríos desbordados hacia zonas alejadas de ellos siguen siendo muy numerosos (el INGC ya recolocó 107.000 familias en los centros de reasentamiento), y están dando pie a un conflicto político sobre el control de la población que enfrenta, por una parte, al gobierno, y por otra, a las autoridades tradicionales. Mientras desde las instancias oficiales se sigue con la política de reasentamientos de las poblaciones desplazadas en nuevos espacios supuestamente más seguros, la postura de algunos líderes tradicionales es la de ordenar a sus comunidades que regresen a sus tierras, a pesar del riesgo que corren por nuevas inundaciones y de que el agua arrasó sus casas y cosechas. Bajo estas dos posturas se esconden, al fin y al cabo, dos formas distintas de afrontar el problema del desarrollo rural del país, totalmente condicionado en Mozambique por los fenómenos naturales como las lluvias e inundaciones.

A continuación, transcribimos la aportación al debate del intelectual mozambiqueño, ya fallecido, José Negrão, expresada en agosto de 2001 durante la inauguración del año lectivo de la Universidad Eduardo Mondlane de Mozambique, y que el semanario local independiente SAVANA decidió recuperar ante los parecidos del escenario actual al de hace siete años.




Inundaciones: vivir lejos de ellas o con ellas

A mediados de la década de los setenta, era obvio para todos nosotros que las personas afectadas por las inundaciones tenían que salir de las cercanías de los ríos y vivir en zonas rurales más elevadas, donde el riesgo de perderlo todo fuese menor. Resumiendo, vivir lejos de las inundaciones. En el río era necesario construir presas que frenasen las aguas en la época de lluvias, aumentar las áreas y construir nuevos regadíos donde la agricultura fuese mecanizada y el empleo asegurado para los campesinos de la región. Se daba por supuesto que el desarrollo era sinónimo de modernización a partir de los patrones seguidos por el mundo occidental, y que la modernización significaba la implantación de una agricultura de gran escala en todo el país y la proletarización del campesinado mozambiqueño. Trasladar a la población a nuevas zonas, cambiar los sistemas de producción de millones de campesinos, invertir en la construcción de infraestructuras y mecanizar la agricultura eran imperativos para prosperar.

Fue entonces cuando nos empeñamos en la construcción de aldeas comunales lejos de las inundaciones. Para unos, la Aldea Comunal surgía como el lugar donde los campesinos liberaban su iniciativa creadora con base al principio de contar con las propias fuerzas. Para otros, sin embargo, las aldeas comunales tenían la función de reproducir la fuerza de trabajo para las machambas [terreno para cultivar] estatales, donde la acumulación de capital sería efectiva con el crecimiento del sector industrial de la economía nacional. Esta segunda visión, tal vez debido a las dificultades financieras que el país enfrentaba, acabó por predominar. La prioridad para la adjudicación de los recursos existentes fue dada a las machambas estatales. En el campo, en términos reales, los campesinos recibían cada vez menos por lo que producían o por la venta de su fuerza de trabajo en las machambas, y los bienes de consumo esenciales como el aceite, la sal, los tejidos, el calzado y hasta las herramientas de producción eran escasos. Poco tiempo después de la construcción de las aldeas, los campesinos volvieron a los valles de los ríos arriesgándose a perderlo todo cuando aparecieran las inundaciones, pero al mismo tiempo garantizaban la producción para su supervivencia y conseguían algunos excedentes que intercambiaban por otros bienes de consumo.


Tres décadas después

Pasaron veinticinco años de las inundaciones ocurridas en la segunda mitad de la década de los setenta, así como de las certezas de todos nosotros acerca del imperativo de vivir lejos de las inundaciones. Nuevas inundaciones vinieron en el 2000 y cuando la Conferencia Internacional analizó lo sucedido, el principio de vivir lejos de ellas asumido en 1977 fue cualitativamente alterado por el de vivir con las inundaciones. Desarrollar un sistema de alerta rápido y eficaz, definir vías de salida para la población e identificar zonas de refugio con construcciones fuertes y espacios donde las personas pudieran permanecer hasta que las aguas pasasen o los barcos llegaran para prestar auxilio. Esta era una concepción completamente diferente y nueva sobre cómo tratar con las inundaciones. Es decir, producimos nuevo conocimiento en base a nuestra propia experiencia y especificidad en cuanto país.

Los ingenieros, por su parte, apuntan que la eventual prevención de los efectos devastadores de grandes inundaciones obligaría a una alteración profunda de las concepciones y de las prácticas en vigor en la construcción de presas, autopistas, diques y otras obras de ingeniería civil en los países de África Austral (…). Las implicaciones prácticas de una eventual aplicación de una nueva concepción de obras de ingeniería civil son tales que, difícilmente, puede preverse que ocurran en las próximas décadas (…). En las circunstancias actuales, las inundaciones son un fenómeno inevitable cuya previsión con exactitud está lejos de ser alcanzada, y la prevención basada en la ingeniería civil, si fuera posible, implicaría unos costes tan elevados que Mozambique no los podría abarcar. La opción es aprender a vivir con las inundaciones concentrando esfuerzos en la evacuación a tiempo de personas y bienes.


Convivir con las inundaciones

Aprender a vivir con las inundaciones significa no sólo tener formas y medios de salida cuando éstas ocurren, sino también sacar provecho de lo bueno que tienen para darnos y lo que podemos aprender por causa de ellas. Éste es, al final, el conocimiento acumulado a lo largo de generaciones por las poblaciones que viven al margen de los grandes ríos de nuestro país y la razón por la cual muchas de las aldeas comunales que construimos a finales de los setenta acabaron por ser abandonadas o por convertirse en segunda residencia. Después de las inundaciones, la tierra es más fértil, los pastos son más suculentos y el agua es más abundante; el pueblo lo sabe y por eso prefiere correr el riesgo de perderlo todo de vez en cuando en lugar de tener menores rendimientos agrícolas durante toda una vida viviendo en las zonas alejadas de los ríos.

Con las inundaciones no sólo se aprende cómo convivir con la tierra y el agua, sino también a cómo pensar el uso del espacio físico para el crecimiento económico y a reorganizar la comunidad en función de los desafíos y de las oportunidades que surgen. Ésa es la historia de cómo los egipcios trataron con las inundaciones del Nilo. Cuando el rey Zozer se enfrentó a la sequía, dijo desesperado: "Vivo en la desolación porque el Nilo, durante mi reinado, no se desbordó por un periodo de siete años. Falta trigo, los campos se volvieron áridos y los alimentos languidecen. Las criaturas lloran, los jóvenes se debilitan, los viejos se tambalean". Las inundaciones del Nilo eran la bendición de los dioses, que fertilizaban sus semillas enterradas en las tierras fangosas y desarrollaba la actividad comercial entre el Alto y el Bajo Egipto, y entre estos y los pueblos de la entonces Mesopotamia. Decía Herodoto, el historiador griego, que Egipto era un don del Nilo, y alguien añadió, "un prodigio de los hombres".

Pero no sólo los egipcios supieron sacar provecho de las inundaciones para la actividad agrícola, sino también para medir y adjudicar tierra entre las distintas familias campesinas. Fue debido a la planificación del uso de la tierra después de las inundaciones y a la necesidad de una rápida medición de los campos y su división entre agricultores, que se inventó la mágica cuerda de trece secciones y doce nudos, que transformaba las superficies circulares en ángulos rectos, permitiendo así un mayor aprovechamiento del espacio, en lo que más tarde se vino a transformar en el famoso Teorema de Pitágoras. La complejidad del diseño y la gestión de los sistemas de canales de irrigación y la división de la tierra, no sólo contribuyeron al desarrollo de la geometría, sino también de las técnicas de utilización de los materiales que fueron aplicadas en la construcción de las siete maravillas del mundo.

Vivir con las inundaciones significa, pues, más allá de sacar el mayor provecho de los elementos de la naturaleza para alcanzar el desarrollo, también producir nuevo conocimiento científico que pueda ser aplicado para otros fines, en otras circunstancias y en otros lugares.

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oozebap . 2008 . sumario