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Lección [a la indigestión] de Historia

A propósito del libro "Los Otros Españoles. Los manuscritos de Tombuctú: Andalusíes en el Níger" de Ismael Diadié y Manuel Pimentel, donde se explica la apasionante historia de la biblioteca de Tombuctú con más de 3000 manuscritos antiguos en árabe, hebreo y castellano aljamiado.

por Dídac P. Lagarriga (2004)

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La Historia no la escriben los vencedores; la escriben los muertos y la cuentan los vivos. Contar, juego de intereses, indigestiones, olvidos, malos entendidos, omisiones e, inevitable, la manipulación. De ahí el dicho, pues los vencedores, su poder, manipulan. Pero ni son los únicos ni quieren serlo... Unas notas al borde de una página nos demuestran que el vencido también escribe la Historia, que el vivo la recuerda y que, como ahora, son muchos los que ni siquiera se plantean el deseo de escucharla.
Cuando la Historia deviene folletín desmigado y exento de complejidad; cuando nos recreamos en esas líneas claras y perfectas, sin matices ni discontinuidades; cuando la Historia contada es un amasijo de datos uniformes en realidades lejanas, entonces ya no queda duda: el vencedor escribió su Historia. Creer en ella es descreer en uno mismo, escupir al espejo.
¿Qué le pasó a España que se olvidó de ella? Digamos, por ejemplo, esta frase: "hijos de exiliados españoles"... ¿Quedará alguien que todavía relaciones la frase con el Níger? ¿Habrá la España indigesta devorado -atragantándose- hasta el último de los suspiros andalusíes? Si la Historia es cambio, si la Historia la escriben los muertos para que la cuenten los vivos, si podemos salirnos del "veintecentrismo" (donde todo parece suceder en el siglo XX, escala y único patrón) y ver el transcurso de los siglos en nosotros mismos, si queremos escuchar a Marco Aurelio como si saliera en la radio para decirnos: "Nada es nuevo, todo es habitual y de escasa duración", si la Historia no es más que paradoja, decía, nada mejor que inmiscuirse en el libro de Ismael Diadié y Manuel Pimentel "Los Otros Españoles. Los manuscritos de Tombuctú: Andalusíes en el Níger". Sí, inmiscuirse, sin afán de quererlo saber todo, sin pretensión de profesionalizar la Historia; con intrusión interesada.

"Con las caravanas no sólo llegó la prosperidad y la riqueza a las ciudades saharianas. También cabalgaron a lomos de los camellos la cultura y los libros. Las grandes ciudades caravaneras, como Chinguetti, Walata o Tombuctú, se convirtieron, además de grandes mercados, en centros intelectuales que atraían a doctores, hombres de fe y sabios desde rincones muy lejanos, por su florecimiento cultural, artístico y religioso. [...] Cuando algún nuevo texto llegaba de Al Ándalus, Arabia, Fez o El Cairo, inmediatamente era copiado en textos manuscritos para satisfacer la demanda de los hombres sabios y las familias pudientes, que rivalizaban entre sí por acumular más, mejores y antiguos libros en sus bibliotecas." (p. 145-146)

Ismael Diadié, co-autor del libro, nació en Tombuctú (Mali) en 1957. A través de estas páginas podemos reseguir su árbol genealógico hasta llegar al toledano Alí Ben Ziyad al-Quti, descendiente de Witiza, el último rey godo, y padre de Mahmud Kati - considerado el primer historiador africano-. Entre padre e hijo se creó lo que hoy es la biblioteca que Ismael Diadié ha conseguido reunir habilitando un edificio para su conservación en Tombuctú. Pero se creó mucho más; la Historia contada no es más que anécdotas, las anécdotas fragmentan y la vida se alarga. La paradoja, una vez más, en la Historia. Cuando los planes de estudio deciden direccionar los hechos, las generaciones se olvidan, las cosas son. Pero del mismo modo, las "otras" cosas continúan siendo, aunque calladas. Hoy habló la parte escondida, o al menos una parte de ella. Lo hizo bajo el título de "Los otros españoles". ¿Qué otros? El juego de contar historias, de titularlas... Aquí, los "otros" son españoles al ser olvidados de la Historia de España; sólo eso -si eso es poco-. "Cuando hablamos de nuestros grandes monumentos construidos bajo el periodo musulmán, siempre decimos que lo hicieron los moros o los árabes. Ése es un gran error sociohistórico, como lo demuestra nuestra solvente escuela de arabistas. En verdad, fue la población hispanorromana, posterior y parcialmente islamizada, la artífice de la mayoría de esos monumentos que nos sorprenden, bien es cierto que influida por las corrientes culturales e intelectuales que las elites árabes y bereberes trajeron a la Península. Incluso, en muchos casos, el estilo andalusí, nacido en nuestra tierra, es el que se extiende por todo el norte de África. Pero nos educaron para pensar que los moros vinieron y después se fueron. Nosotros seríamos nosotros, y ellos, ellos. Y nosotros éramos buenos, y ellos, malos." (p. 27-28)


Ismael Diadié (izquierda)


Las capas.

Ahora, las múltiples capas: la Historia, la historia del libro, la historia de sus autores, mi propia historia y la historia del que lo lee. Capas de historias. En la biblioteca que se ha logrado conservar tras siglos de dispersión, los manuscritos contiene más manuscritos, anotaciones que Alí B. Ziyad o Mahmud Kati hacían en los bordes; hay la biblioteca doble. En el libro de ahora, el presente, hay otras notas que se escriben al margen. Dudas, ideas -o este mismo artículo; hay el libro doble. La historia doble, la de los muertos y los vivos -no hablemos más de vencedores y vencidos- se escribe y se cuenta con un único medio: la doble voluntad de contar al otro contándose a sí mismo. La intención ya es secundaria.
En "Los otros españoles" la historia contada nos muestra y nos esconde. Porque nos explica.
El libro de historia africana de Mahmud Kati "Tarikh al-Fettash", declarado obra representativa de la humanidad y reeditado cada año por la Unesco, fue concebido al recopilar anotaciones. Capas y notas, historia de historias.
En "Los otros españoles" la reivindicación es clara: "Que España sepa descubrir el Al Ándalus que lleva en sus entrañas" (p.231), que la convivencia es hoy más necesaria que nunca y que dos culturas a priori diferentes comparten más de lo que parecía. En las anotaciones al borde -esa mala costumbre que interrumpe, por necesidad, la perennidad del discurso impreso- escribo mis dudas. No deja de ser curioso -la paradoja de la Historia- que se reivindique la necesidad de convivencia a través de unos relatos manchados constantemente de los más sangrientos episodios. Los capítulos del libro, dedicados a biografiar estos "otros españoles", nos pasean por siglos de luchas interminables, fanatismos, imposiciones, injusticias y todas las emociones que conlleva el distanciamiento del historiador. ¿Por qué ese mirar al escaparate? Una de mis notas en lápiz al borde destaca, por ejemplo, cómo el autor Manuel Pimentel deja por un momento la posición cómoda del vivo que narra los avatares de los siglos y se encuentra partícipe de la Historia. El contraste es evidente; cuando, mirando a la vitrina del "pasado", Pimentel nos habla de Yuder Pachá (s. XVI) dice: "Este miserable comportamiento [verdugo de unos jóvenes mártires que no quisieron renegar de su fe cristiana] no es buena carta de presentación para el protagonista de esta historia. Pero no estamos aquí para juzgar a nadie, sino sólo para conocer vidas espectaculares. Sigamos, pues, con su epopeya, que promete ser larga y trágica" (p.168) El espectáculo debe continuar, y nosotros, en las gradas, seguros. Pero ¿qué sucede cuando el autor -historiador- vive la Historia, es decir, salta a escena? "Algunas ocasiones fueron especialmente violentas para nosotros, como en el caso de una negociación para conseguir un guía [entre Mauritania y Mali] ... Nuestro interlocutor se apoyaba sobre un póster con la imagen de Bin Laden. No era nada agradable tener que negociar bajo la mirada del terrorista idolatrado por aquel comerciante. ... O cuando me fue presentado un grupo de jóvenes. Uno de ellos lucía orgulloso una camiseta con la efigie del terrorista saudí, que también observé sobre motocicletas y vehículos. ¿Qué está pasando en el mundo musulmán para que un declarado asesino pueda ser considerado un auténtico héroe por los jóvenes?" (p. 25) Las "vidas espectaculares" se tornan menos espectaculares cuando uno vive ese espectáculo. Eso no significa, y espero no atraer a la demagogia, que los autores hagan una apología de confundir términos y geografías; ni juegan con los conceptos de integrismo-islam-terrorismo ni pueden alejarse de ellos. "Nuestro enemigo nunca debe ser el islam ni los musulmanes. Nuestro enemigo debe ser el fanatismo allí donde se encuentre" (p. 26) al mismo tiempo que se pregunta: "¿Por qué universitarias de cuarto o quinto de carrera deciden ponerse el pañuelo cuando ni siquiera sus madres lo llevaban ya?" (p. 25) El historiador perdido, confuso ante sus propios miedos, ya no tiene donde acotar el acontecimiento -la vida sigue-... Repito: ni juega con los conceptos de integrismo-islam-terrorismo ni puede alejarse de ellos.
La Historia, pues, contada a uno mismo. En distancia, el miedo desaparece. No ver esa continuidad, ese "Nada es nuevo, todo es habitual y de escasa duración" de Marco Aurelio; diferenciar entre ayer y hoy es, aunque nos disguste, fomentar la Historia desmembrada, lineal y mal contada.
A pesar de ello, y como de crítica gastronómica se tratara, no dejen de saborear las vidas del poeta Al Fazzazi (nacido en Córdoba en 1229, todavía hoy, en Tombuctú, su poesía pone letra a los salmos que miles de personas entonan en las puertas de sus casas y de las mezquitas), o la del arquitecto Es-Saheli (Granada, 1290) creador de, entre otras, la gran mezquita de Yenné o de Djingareyber (Tombuctú) y que inspiraron a Gaudí. También hay deliciosos momentos en cada una de las biografías, desde Alí Ben Ziyad, Mahmud Kita o Hasan al-Wazzan (León el Africano) a Arkia Alí-Gao, la única mujer del libro con biografía y la "más erudita de su tiempo". Es éste un libro interesante para introducirnos en ese espacio de la Historia, recomendado para todos los públicos (se lee rápido, abundan las aventuras y deja poso) y, de paso, conocer un poco más de la biblioteca que, ahora, está a nuestro alcance... Tombuctú, ciudad de lenta aparición en los mapas.
Unas últimas preguntas (una última anotación tras el epílogo): si en el libro se reivindica la incorporación de los "otros españoles" a la idea colectiva de "españolidad": "Los sabios andalusíes son genios españoles que merecen un reconocimiento público y su estudio en colegios y universidades" (p.28) ¿por qué no reivindicar, por ejemplo, el estudio del árabe en los institutos? y ¿por qué no abrir las fronteras y dar papeles a todos estos hijos descendientes de exiliados? (Notas de un intruso, al margen).


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Ismael Diadié y Manuel Pimentel: "Los Otros Españoles. Los manuscritos de Tombuctú: Andalusíes en el Níger" (Ediciones Martínez Roca, Madrid, 2004).
Para continuar profundizando en la biblioteca y la saga de los Kati: Ismael Diadié: "Los Últimos Visigodos. La Biblioteca de Tombuctú" (RD Editores, 2003)

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oozebap . diciembre 2004 . sumario